Para finalizar las entradas de este blog no puedo dejar pasar a un pintor extraordinario... No hace mucho que descubrí a Grosz; me atrapó visitando las obras del museo Thyssen-Bornemisza, en su magnífica página Web.
¿Qué es lo que me gusta de Grosz? No soy ningún entendido en arte, ni mucho menos, y, aunque reconozco que es muy simple, lo único que pido a una obra es que me entre por los ojos, que me conquiste a través de la mirada. Así ocurrió con el cuadro Metrópolis (1916-1917); una visión apocalíptica de la ciudad envuelta en una luz roja abrasadora, una especie de big-bang que emana de una esfera situada en la parte superior del cuadro. La propia luz sumerge en un espantoso caos a las personas que, con los rostros aparentemente descompuestos, dan la sensación de estar huyendo de un enemigo implacable y despiadado. O quizá son los propios ciudadanos ese enemigo desalmado que se dedica al saqueo y a la destrucción total.
Por eso me gustó la obra: no miente, no esconde su desprecio por lo que muestra. Me vienen a la mente las palabras de Oscar Wilde que cité en una entrada anterior: «...detrás del sufrimiento, hay siempre sufrimiento. Al contrario que el placer, el dolor no lleva máscara.» Para mí este cuadro no tiene máscara, no hay secreto oculto ni puntos de vista paralelos en función de una u otra pincelada; el mensaje está claro, por lo menos esa fué la primera impresión. Por esto decidí involucrarme más profundamente en la obra del pintor alemán. Y el resultado es lo que sigue... Espero que os conquiste de la misma manera que a mí.
En noviembre de 1918, después de la capitulación de Alemania tras su derrota en la Primera Guerra Mundial, se inicia un nuevo proceso que va a cambiar el sistema político y social de este país. El día 10 de ese mismo mes abdica el que va a ser el último emperador alemán, Guillermo II (1859-1941). Acaba así la era imperialista y se inicia la República de Weimar.
Dentro de este contexto político, en 1919 nace un colectivo de artistas que se hace llamar el Grupo de Noviembre. En una de sus primeras circulares se anuncian así: y se definen
“A nuestra vieja declaración de guerra sucede por fin el combate. La transformación política ha decidido por nosotros. Pintores, escultores, arquitectos del espíritu nuevo, la Revolución exige nuestra unión”
“El Grupo de Noviembre es la asociación alemana de los artistas radicales […] no es una sociedad económica de protección, ni una nueva sociedad de exposiciones.”
Entre sus miembros encontramos a George Grosz.
Arte y política se unen. En 1925 abre en Manheim una exposición con el título Neue Sachilichkeit “Nueva Objetividad” que engloba manifestaciones artísticas alemanas apoyadas en la realidad objetiva. Para muchos de sus artistas se trataba de una manifestación de denuncia de la dramática situación de esos años.
La Nueva Objetividad utiliza en beneficio propio las posibilidades que le brindan los distintos movimientos de vanguardia. El arte en manos de los radicales alemanes, más cercanos a las ideas de la Rusia revolucionaria, es un arma para provocar al espectador y despertar conciencias; así utilizan la recuperación de la figura. Plasman en sus obras imágenes del mundo injusto y caótico en el que viven. Se proponen desenmascarar la verdad de la sociedad alemana, de una manera fría, objetiva y desapasionada, distanciada con el teatro de Bertold Brecht.
Otto Dix, uno de los máximos representantes de este estilo artístico lo expresaba así:
“Para mí el qué es más importante que el cómo. El cómo se desarrolla a partir de qué.”
La vida es lo primero, después el arte. El arte al servicio de la sociedad con la que tiene que convivir. El expresionismo ya no sirve aquí para mostrar los terrores individuales o desgracias personales como en las obras de Munch o de Kirchner. Se trata de desenmascarar los elementos que componen la sociedad, fundamentalmente a los que se beneficiaron de la guerra: gobernantes, militares, clero, etc.
La Nueva Objetividad se sirve de una técnica cuidada, precisa, llena de pinceles finos, más aptos para los detalles que se quieren mostrar. Quieren que el espectador reaccione y para ello utilizan sus obras como arma principal mostrando el mundo roto en el que viven.
Los máximos representantes de la objetividad son Otto Dix, George Grosz y Max Beckmann.
Los protagonistas de las obras de Dix y Grosz son los mismos: la ciudad – su aspecto más negativo – y sus habitantes como basura urbana, lisiados, prostitutas, borrachos asesinos y el clero corrupto. Todo con una postura marcadamente antimilitarista.
Illia Ehrenburg escribía en 1921 sobre una exposición:
“Lo que pude ver no era pintura, sino la erupción histérica de hombres, que en vez de revólveres o bombas, habían cogido en sus manos los pinceles y los tubos de colores...”
Los temas son similares en los dos artistas: Dix es más minucioso y cristalino en sus personajes. Grosz acentúa los trazos gruesos, recurriendo a una estética de urinario, directa e impactante.
George Grosz fue un pintor comprometido ideológicamente, un agitador que usaba el arte como arma en la convulsa Alemania de las primeras décadas del siglo XX. Rechazó violentamente y con indignación la guerra y la casta militar prusiana. A punto estuvo de ser fusilado por sus constantes críticas. Se dedica a desenmascarar ese mundo que tanto le asquea; destapa la podredumbre que hay en los cerebros que se esconden tras los elegantes sombreros de personas en apariencia respetables.
Su carrera comenzó como caricaturista dentro de un estilo de fuerte crítica social, tendencia que se vería agudizada a raíz de las traumáticas experiencias vividas durante la Primera Guerra Mundial donde se alista en la infantería del Ejército Alemán, en un regimiento de granaderos. En 1913 se trasladó a París. Por esa época se notaba una gran influencia del cubismo y el futurismo, pero también del expresionismo, muy presente entre los jóvenes artistas alemanes de la época.
En 1917 fundó la editorial Malik donde publicó numerosos dibujos y algunos escritos, que le llevaron, en ocasiones, frente a la justicia. Durante el apogeo del grupo dadaísta en Berlín (1917-1920), Grosz fue un miembro destacado participando en sus principales exposiciones. Su seriedad se aparta de las bromas dadaístas típicas. En 1919 se afilia al Partido Comunista de Alemania (KPD).
En Metrópolis (1916-1917, Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid, España), una de sus obras más conocidas, de atmósfera apocalíptica, Grosz refleja el ambiente de inseguridad producido por la guerra y la locura que se había apoderado de la sociedad europea. supo hacer una crónica fidedigna del Berlín de los años veinte. En 1919 se afilia al Partido Comunista de Alemania (KPD).
Durante la década de los años veinte su estilo artístico expresó su disgusto por la Alemania de la posguerra. La moderna metrópoli se convirtió en el tema recurrente de su obra y, como un Bosco contemporáneo de incisivo tono crítico y agudo sentido de la observación, plasmó su entorno en obras con una intención moralizante. Más tarde, en 1922, Grosz deja el KPD, después de una estancia de cinco meses en Rusia, período en el que conoció a Lenin y Trotski, debido a su oposición al carácter dictatorial del régimen soviético. Tras su renuncia a este régimen, su sátira se hizo menos mordaz, su línea más blanda, su color más brillante y sus temas menos críticos. Aún así puede considerarse uno de los grandes maestros de la sátira. Desde Daumier nadie había dejado un registro tan completo, un horrible registro intensamente alemán del Berlín de los años 1914-1924.
Después de 1921, cuando la crítica contra la República de Weimar se hizo más difícil, su obra cambió de contenido y técnica: empezó una exploración más psicológica de la sexualidad.
En sus series El rostro de la clase dominante (1921) o Ecce homo (1927) hace una crítica despiadada de las clases sociales sen escenas llenas de violencia y sexo. Nos cuenta en su autobiografía:
“Vivía en mi propio mundo. Mis obras expresaban mi desesperación, el odio y la desilusión. Despreciaba radicalmente a todo el género humano.”
Con la llegada del nacionalsocialismo (recibe el inquietante título, por parte de algún ideólogo nazi, de "bolchevique cultural número uno") emigró a Estados Unidos, donde fue bien acogido como crítico social. Pero su obra perdió todo el vigor que le había caracterizado en Europa. Escribió en 1946 su autobiografía, que tituló A Little Yes and a Big No (Un pequeño sí y un gran no). En España estas memorias fueron publicadas en 1991 por Anaya & Mario Muchnik con el título Un sí menor y un NO mayor [Memorias].
Tras una ausencia de 27 años, en 1958 volvió a Berlín, muriendo de repente, frente a su casa (al pareceer tras caer por las escaleras después de una borrachera), poco después de su llegada.
Referencias
- Pérez Molina, Helena María. Alemania y la Nueva Objetividad. [En línea] CSI-CSIF Revista a Digital
- Muñoz Molina, Antonio. Triunfo y fracaso de George Grosz. [En línea] El País.com. 17 de octubre de 2009 http://www.elpais.com/articulo/portada/Triunfo/fracaso/George/Grosz/elpepuculbab/20091017elpbabpor_5/Tes[consulta: 21 febrero 2011]
- Grosz, Georg. Un sí menor y un no mayor. Helga Pawlowsky (trad.). Madrid : Anaya & Mario Muchnik, 1991. 346 p.
- Museo Thyssen-Bornemisza. Biografía y obras [En línea]: George Grosz Berlín, 1893-1959 <http://www.museothyssen.org/thyssen/ficha_artista/249>
Me han servido de mucha utilidad los siguientes enlaces a webs y blogs
¡Madre mía! ¡Menuda despedida! Una entrada muy bien documentada y de lo más interesante. Pero no puedes dejarnos así. Espero que ésta no sea de verdad la última entrada del blog (aunque finalice la obligación de actualizarlo), porque yo quiero continuar siguiéndolo.
ResponderEliminarPor cierto, la imagen que inaugura la entrada es el fiel reflejo de mi cerebro en este momento, a menos de una semana de examen de IyS.
¡Mucha suerte! Nos vemos en Badajoz.
Muchas gracias Lucía!! Aunque esta sea la última entrada de este blog, sigo en el que he estado trabajando desde un principio (creo que lo inicié en 2008): se llama "Mi mundo perdido" y esta es la dirección: http://bokdav.blogspot.com/
ResponderEliminarPuedes seguirme aquí pues en cuanto terminemos estos exámenes pienso seguir trabajando en él. Este blog de momento se queda 'estancado' si el tiempo me lo permite quizá tenga ideas para continuar. Un saludo y de nuevo gracias.
En agosto visité por primera vez el Thyssen, pero no recuerdo este cuadro, es lo que me pasa en los museos de pintura, que me saturo.
ResponderEliminarEl cuadro me gusta.